lluvia, vapor y velocidad
2013
Todo destino es dramático y trágico en su profunda dimensión. Quien no haya sentido en la
mano palpitar el peligro del tiempo, no ha llegado a la entraña del destino, no ha hecho más
que acariciar su mórbida mejilla.
José Ortega y Gasset. La rebelión de las masas
Grita un cuadro de Turner desde una pared de la National Gallery. Lluvia, vapor y velocidad. Y no hace falta subir tan alto porque lo dice cualquier madre: No salgas con el coche con la que está cayendo, que cualquier día vamos a tener un disgusto. Uno busca referentes cuando Pedro Magalhães le muestra las imágenes extraídas del álbum familiar. Las fotografías que toda la vida se han sacado con la compacta de casa, la común, para dar parte al seguro del batacazo sufrido con el utilitario.
Levantar la vista y echar un ojo a las estanterías. Siempre se nos escapa algún tema –se nos escapan muchos cuando damos vueltas a lo mismo- y efectivamente ningún libro trae nada que a priori genere destellos desde la balda. Por norma general, esos son los textos más luchados, y los que al final nos dejan mejor sabor de boca. Cuando no esperas nada, una señal mínima puede resultar decisiva.
Los montajes de Magalhães pueden recordar a Wolfgang Tillmans, qué duda cabe; pero no hemos venido a eso. Cuando observamos detenidamente las imágenes del fenómeno fan que el portugués realiza, o de las concentraciones de coches tuning, encontramos una veta a medio camino entre el kitsch y la realidad más cruda. Jamás alcanzará los límites de algunos, tampoco la amabilidad de otros. Su retrato no dignifica, su retrato nos habla de altos niveles de pobreza espiritual. Portugal es un país de contrastes, basta recorrer en coche la ciudad de Oporto para pasar de cero a cien. Pedro Magalhães y los suyos no pretenden seguir esa línea elitista que el arte portugués nos ha mostrado en los últimos años. Cuando te esfuerzas en mirar hacia otro lado, al final alguien tiene que bajar la basura.
Las imágenes de la serie que presenta Pedro Magalhães son claras muestras de la frescura y de la falta de prejuicios de una fotografía etiquetada como vernácula. Las imágenes de las vacaciones, las reuniones familiares o, como en este caso, los registros que irán directos a la compañía aseguradora.
Cabe recordar esas imágenes sacadas de los archivos de una famosa aseguradora que Peter Piller utilizó en su trabajo, imágenes que ya han sido tomadas, pero a las que todavía se le puede sacar mucho más. Dirá Gerhard Richter que algunas fotos de aficionados son mejores que el mejor Cézanne.
Tampoco nos vamos a escandalizar ahora, oímos peores cosas a diario. Sin embargo da que pensar que la fotografía, una disciplina artística de tan corto recorrido, haya generado un inmenso terraplén entre lo profesional y lo amateur. Parecía que el cine lo tenía más claro, sin embargo la democratización de los equipos de grabación ha convertido nuestros teléfonos móviles en una factoría de imágenes. Es terrible.
Dice Jean-Luc Nancy que todas las imagen hacen lo mismo, boxean o chocan contra nosotros, se estrellan como el coche de Charon –refiriéndose al vídeo de James Coleman-. Robert Rauschenberg es, al margen de la fotografía, un referente muy claro cuando observamos estas instantáneas tomadas por la familia de Pedro Magalhães. Pero también Andy Warhol, quien elevó la imagen de un accidente a clásico del arte de la segunda mitad del siglo XX. Máxime cuando exactamente el día que se redactan estas líneas salta la noticia de su venta en una subasta por un precio impronunciable.
Continuadoras naturales de sus series sobre el tuning, mostrar el desastre es básicamente dar dos visiones de un mismo tema. Jóvenes seducidos por la máquina, por supuesto más identificados con el coche de carreras que con la Victoria de Samotracia. Futuristas por accidente e implicados hasta el fondo en esta noble causa del motor. Tampoco podemos dejar de lado a un Martin Kippenberger accidentado en un diálogo con la juventud e imborrable también la caída de un mito como Ayrton Senna en el Gran Premio de San Marino de 1994. El arte es sin duda un puñetazo, un batacazo del que salir tambaleando y del que se sale vivo o muerto.
Àngel Calvo Ulloa